Setiembre del año 2025. El frío de la tarde en la incipiente primavera limeña iba a calentarse con una inquietud nacida en medio de una charla de café: “Cuéntame la historia de tu empresa”.
Su requerimiento me dejó pensativo. ¿Por qué alguien estaría tan interesado en conocer los secretos y vicisitudes de una pequeña compañía que logró superar los desafíos que le impuso una coyuntura tan devastadora ocurrida 5 años atrás?
Para responder esta pregunta, habría que remontarnos más allá del 2020. Habría que entender la historia misma de la humanidad.
A los seres humanos nos gusta contar historias. Desde siempre. Y, por supuesto, nos encanta escucharlas. Nos emociona enterarnos de los pormenores, retos y conflictos por los que tuvieron que atravesar los protagonistas, incluso conociendo de antemano el final. Estos relatos se convierten en fuente de inspiración y en la fuerza motivadora que nos impulsa a alcanzar nuestros propios sueños. Son además una forma de generar empatía. La gente se coloca en el lugar del héroe, lo entiende, vive con él la aventura y disfruta, como suyos, de sus triunfos y del final feliz.
El mundo empresarial no escapa a esta realidad. Sin importar el rubro en el que te encuentres, una buena historia se convierte en la manera más directa para que tu marca se conecte emocionalmente con tus clientes. Para lograrlo, debes de contar tu historia a través de tu misión, de tu propósito, de tus valores, y cómo estos se mantienen vivos a través del tiempo sin importar lo dura o difícil que sea la travesía. Tener tus creencias como hilo conductor y actuar siempre en consecuencia te permite ser honesto. Y, la honestidad, genera confianza.
“Pero claro, las grandes marcas pueden darse el lujo de contar sus historias, pues son inmensas e importantes. A quién le podrá interesar la mía, que soy tan pequeño”, pensarás.
Si crees que tu historia no es lo suficientemente interesante para generar emociones y conectar con la gente, estás en un error. Toda historia es especial porque es única e irrepetible; porque tiene que ver con tus valores de marca, tus motivaciones, con todo lo que te impulsa a lograr tus metas y con el esfuerzo y recursos puestos en lograrlas. Pero, sobre todo, porque es real. Porque no es un cuento; es la esencia de tu éxito. Y esto es lo que inspira, lo que engancha, lo que conecta. Contar tus triunfos, tus fracasos, tus inseguridades y cómo lograste superarlos y salir adelante a pesar de todo, hacen que tu marca sea humana y genere vínculos extremadamente fuertes. Ser auténtico te hace humano, genera emociones, sensaciones positivas y te regala la lealtad de tus clientes.
Lo importante es contar bien tu historia. Para ello, debes conocer a tu audiencia. Sus sueños, sus expectativas, sus motivaciones. Qué es lo que espera, qué le molesta y qué lo haría inmensamente feliz. Luego, cuéntale tus propios sueños y motivaciones. Que sienta que ambos buscan lo mismo y consigue que quiera saber más de ti, que se interese por ti. Y, repito, cuenta bien tu historia; si no tienes las habilidades para que tu narrativa sea la más adecuada, busca la ayuda de quien sí lo pueda hacer por ti. No te sientas corto de solicitar el apoyo cuando sea necesario.
Pensando en la interrogante de mi interlocutor, le doy un sorbo a mi café y empiezo a recordar los acontecimientos del 2020. Aquel fue un año de cambios, de retos, de reinvenciones. Algunas empresas cerraron, otras cambiaron de giro y un gran número se mantuvo fiel a sus creencias. Evolucionaron, optimizaron sus pocos recursos y se pusieron de lado del consumidor. Hoy, mirando hacia atrás y escuchando sus historias, veo que estas últimas son las que mejor sobrellevaron la situación y ahora cuentan con la fidelidad de sus consumidores, pues empatizaron con ellos y los acompañaron en esos momentos difíciles. Bien por ellas.
La charla se prolongó hasta que los faroles empezaron a darle color a las calles, ya humedecidas por la garúa. Pagamos la cuenta y a la salida, luego del apretón de manos -tan escasos el 2020-, nos despedimos hasta otra oportunidad. Ya casi alejándose, me dijo: “Gracias por contarme la historia de tu empresa. Ha sido realmente inspirador saber que, a pesar de todo lo que pasaste, hoy estás aquí, de pie y con las ganas íntegras para seguir adelante.” “Gracias, amigo. Cuando me necesites, aquí estaré”, respondí.
Que, ¿cuál es mi historia? La de muchos otros pequeños empresarios, que tenían un sueño, una esencia, un propósito. Que empezó desde abajo y creció creyendo firmemente en sus principios y valores. Que, cuando llegó la crisis, entendió que las marcas son parte de la vida de las personas y que, para salir adelante había que caminar juntos, de la mano con ellas. Porque, finalmente, las marcas existen porque existen personas que las aman. Y uno ama a quien está siempre, incondicionalmente, contigo.
Y tú, ¿qué historia me vas a contar?
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