Hace algunos días, nos juntamos un grupo de amigos en una de nuestras ya tradicionales reuniones virtuales de fin de semana. En ella, luego de las bromas de rigor, nos pusimos a conversar sobre la coyuntura y de cómo esta nos había cambiado la vida.
Todos tenían algo que decir, haciendo gala de un arsenal de frases y refranes alusivos a los momentos difíciles. “Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”, dijo uno. “El que quiere celeste, que le cueste”, agregó otro. Y un tercero cerró con la infaltable “toda crisis, es una oportunidad”. Lo cierto es que la mayoría había aprovechado la cuarentena para salir de su zona de confort y adaptarse a la nueva normalidad. Algunos cambiaron de rubro. Otros, decidieron estudiar algún diplomado o maestría. Y el que más, buscó alguna actividad que le permitiera generarse algún ingreso. “Es que hay que llevar los frejoles a casa”, dijo el más chacotero, con inusitada seriedad. No podía estar más de acuerdo con él.
El tema es que no todos lo estaban haciendo. Algunos se encontraban dilapidando sus ahorros “esperando a que pase la marea” para que todo vuelva a la normalidad. Parecían no entender que ya no existe normalidad. O, al menos, tal como la conocíamos.
Lo mismo está sucediendo con las marcas. Frente a esta situación inesperada, hubo quienes cambiaron de rubro o dieron un giro de 180º a su negocio, con la idea de subsistir. Otros, generaron protocolos que les permitieran adaptarse lo antes posible a la situación para empezar a generar ingresos. Y algunos, los que miraron al futuro, apostaron por agregar valor más allá de su marca, manejando sus escasos recursos con la mira puesta en mejorar la calidad de vida de las personas. Y, claro; también están los que no hacen nada, culpando a todos de su desgracia y esperando a que otros hagan lo que ellos no están dispuestos a hacer.
Las marcas deben de adaptarse a los cambios para proyectarse al futuro. La sociedad, los mercados, las personas, necesitan marcas más humanas, que empaticen con ellos y que los acompañen en el desafío que significa lidiar con esta nueva realidad. El entender los cambios en los hábitos de comportamiento y consumo debe generar también un cambio en ellas mismas, poniéndose a la altura que la situación amerita.
Luego de una charla de casi dos horas, me quedo con el refrán soltado por uno de los zoomeros: “si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada.” “Mejor, un chilcano de aquellos”, respondí. Y me preparé uno.
Salud.
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